En la ciudad de Mar del Plata se construyo un castillo de estilo medieval, que una vez
terminado se hizo famoso por un enorme torreón que dominaba la estructura.
A poco de ser inaugurado, sin embargo, los
lugareños comenzaron a reportar extrañas luces y apariciones por las noches,
fenómenos paranormales que continúan hasta hoy y que aumentan la fama fantasmal de Mar del Plata.
La construcción había sido bautizada como el torreón del monje en honor al padre Ernesto
Tornero, quien en el siglo XVI había dirigido el primer asentamiento religioso
en tierras del Río de la Plata. La parte militar del asentamiento estaba a
cargo del capitán español Alvar o Álvaro Rodríguez, quien, en contacto con los
aborígenes,en un principio pacífico, entabló relación con una mujer indígena a
quien bautizó Marina o Mariña. Esta relación amorosa pronto
suscitó los celos de un cacique indígena, de nombre Rucamará.
Despechado por el rechazo de la joven y bella mujer, Rucamará exaltó los
ánimos de su tribu y ordenó un ataque contra el asentamiento. Los españoles,
que eran pocos en número, no pudieron resistir el embate de los indígenas, y
debieron abandonar el lugar apresuradamente.
Para evitar una matanza, Rucamará exigió que la joven Marina le fuera
entregada. Alvar Rodríguez se negó a aceptar la condición, pero la joven, que
no quería regresar con su pueblo, manifestó su decisión de sacrificar su amor
para que la vida de su amado y la de sus compañeros, entre ellos la del padre
Tornero, fuera respetada.
Sin embargo, la victoria de Rucamará fue de corta duración. Celosa por haber sido desdeñada en favor
de Marina, una de las mujeres del cacique decidió contactar a los españoles y
revelarles cómo podían hacerse nuevamente con el fuerte mediante un ataque
sorpresa. El ardid funcionó y en esta ocasión fueron los españoles quienes
pusieron en fuga a los indígenas. Cercado por sus enemigos, Rucamará se hallaba
en lo alto de una torre que daba a los acantilados, tal como hoy sucede con el
torreón, aferrando a la deseperada Marina. El capitán Alvar Rodríguez le
aseguró que respetaría su vida si se rendía y dejaba ir a la mujer, pero la
decisión del orgulloso cacique estaba tomada: abrazó a Marina y junto a ella se
arrojó a los acantilados. Los fantasmas que deambulan por el oscuro torreón no
serían sino los de los contrariados amantes, quienes se encuentran nuevamente
en la muerte buscando, tal vez, una felicidad que en vida les fuera negada.
Datos:Amores Contrariados junto a mar
De: Gerardo Pagano
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